El reciente descenso del consumo de pescado en España ha causado preocupación entre expertos del sector alimentario. Según los últimos datos difundidos por la Federación Nacional de Asociaciones de Pescadores (FEDEPESCA), la demanda de pescado ha caído un 20% en los últimos dos años. Las causas de esta disminución son diversas, pero la inflación y los cambios en los hábitos de compra de los consumidores españoles parecen jugar un papel fundamental en esta tendencia emergente.
Tradicionalmente, el pescado ha ocupado un lugar esencial en la dieta mediterránea, reconocida por su valor nutricional y sus beneficios para la salud. No obstante, el aumento sostenido de los precios, especialmente desde 2021, ha provocado que muchos hogares reconsideren su lista de la compra. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el pescado se encareció en promedio un 14% en el último año, haciéndolo menos accesible.
Además de la inflación, existe una notable inclinación de los consumidores hacia otros productos de origen animal, especialmente las carnes. Un estudio de la consultora Kantar señala que el 35% de las familias españolas afirman preferir carne de pollo o cerdo por su precio más asequible y la facilidad de preparación. Este desplazamiento ha impactado directamente en las pescaderías y el sector pesquero local, que observa cómo los clientes se decantan por alternativas más baratas.
Las grandes cadenas de supermercados, por su parte, han percibido este cambio de preferencia y han incrementado el espacio dedicado a carnes procesadas y frescas. María Sánchez, portavoz de una importante cadena de distribución, comenta: “Registramos un crecimiento en las ventas de carne, especialmente durante los últimos meses, mientras que las secciones de pescado experimentan menor rotación de productos”. Este fenómeno muestra cómo la oferta comercial se adapta rápidamente a los hábitos del consumidor.
El sector pesquero reivindica la importancia de mantener el consumo de pescado por su aporte nutricional incomparable. Nutricionistas y médicos insisten en los beneficios de ácidos grasos omega-3, vitaminas, y minerales que sólo el pescado proporciona en cantidades significativas. La doctora Elena Rivera, especialista en nutrición, advierte: “Reducir el pescado en la dieta puede tener consecuencias en la salud cardiovascular, especialmente en niños y personas mayores”.
No obstante, los propios consumidores argumentan que la relación calidad-precio del pescado ya no resulta tan competitiva. En encuestas recientes, el 42% de los encuestados indica que la subida de precios los ha obligado a modificar sus hábitos alimentarios, optando por productos que ofrezcan mayor rendimiento por euro invertido. La variabilidad de precios entre pescados frescos y congelados tampoco pasa inadvertida y muchos prefieren directamente comprar menos.
El descenso en la demanda de pescado ha generado repercusiones económicas en toda la cadena, desde la pesca extractiva hasta la distribución minorista. Fisher Morales, presidente de una cooperativa pesquera gallega, comenta: “Nuestras ventas han caído drásticamente; muchos compañeros se plantean diversificar sus actividades o directamente dejar el sector”. Puertos y lonjas registran menores volúmenes de subasta, con implicaciones en el empleo local y la economía regional.
Las asociaciones del sector reclaman medidas urgentes al Gobierno para contrarrestar esta tendencia. Proponen campañas de promoción del consumo de pescado, ayudas directas a la pesca tradicional y una revisión de los impuestos que encarecen el producto final. Recientemente, FEDEPESCA ha solicitado reuniones con el Ministerio para impulsar una estrategia nacional que preserve el acceso al pescado para todas las familias españolas.
En conclusión, la caída del consumo de pescado en España refleja profundos cambios sociales y económicos que afectan tanto a consumidores como a productores. El reto principal es encontrar fórmulas que permitan mantener el equilibrio entre poder adquisitivo, salud alimentaria y sostenibilidad del sector pesquero. Expertos y representantes del sector coinciden en que sólo trabajando de manera coordinada se podrá revertir una tendencia que amenaza una de las señas culinarias y culturales más características del país.

